Volume 2

Diccionario de medicina peruana / por Hermilio Valdizán.

Valdizán, Hermilio, 1885-1929.

Date:: 1923-1961

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Credit: Diccionario de medicina peruana / por Hermilio Valdizán. Source: Wellcome Collection.

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Adan Felipe Mejia, a quien acompañe un domingo a casa del maestro y que llevaba la misión de reportearle acerca de la personalidad de José Casimiro Ulíoa, asistió a una de esas charlas. De ellas y de la figura egregia de Valdizán dijo en su reportaje publicado en “EL TIEMPO”, de Lima, el 5 de Marzo del 29, lo siguiente: “Uno de los más lujosos derroches de intelecto que hemos tenido ocasión de escuchar en los últimos tiempos., , . En torno a la figura aco¬ gedora y plena de infinita bondad, los espíritus sueltan sus reservas y abandonan sus baluartes recónditos, es el poder formidable y subyugador de una riqueza espiritual propiciadora exquisita”. Debo señalar, como una de las tantas pruebas de la longanimidad de Val- dizan, para usar una expresión certera de Honorio Delgado, que esas charlas terminaban con un pequeño refrigerio. Don Hermiho, no obstante estar él some¬ tido a una dieta severísima, le gustaba ver paladear a sus amigos. El mismo, cuando había motivo para ello, organizaba en el Hotel “Bertolotto” de San Mi¬ guel, almueizos o comidas con platos exquisitos y licores finos, que nunca probaba. A comienzos del año 1929 se dio una posibilidad que produjo gran desa¬ zón en el maestro. Se proyectaba incorporar en la organización del Asilo Colo¬ nia una congregación religiosa. Valdizán, junto con Caravedo, Pardo Figueroa, Lorente, habían propiciado y logrado el régimen laico en la asistencia de los en¬ fermos mentales. En este punto de doctrina, el maestro era inexorable. Si esa transformación se operaba, habríamos de abandonar el establecimiento. La bata¬ lla se libró y el cambio aquel no se produjo. Valdizán amaba su ambiente del Asilo Colonia, en él su espíritu se había impreso en forma perdurable en seres y cosas, los enfermos eran sus amigos y la paz vil giliana del establecimiento consti¬ tuía el clima más propicio para su productividad portentosa. En cierta ocasión, cuando el cambio ese parecía más probable, hubo de decirme: “Valega: si yo tengo que salir, me pasará lo mismo que al preso, a quien sacan de su encierro después de veinte años”. Inmediatamente contesté: “No, doctor: si nosotros sa¬ limos de aquí es para regresar. Continuaremos la lucha. Fundaremos un diario por la causa de la asistencia en el Perú”. El rostro del maestro se iluminó. Acertamos a levantar su espíritu en momentos en que decaía. Valdizán, no obs¬ tante ser un realizador fecundísimo, saboreaba, en veces, la fantasía de proyec¬ tar. Por un rato conversamos sobre la índole del diario y su posible plana de re¬ dacción. La bondad de Valdizán corría parejas con su talento. El se daba equita¬ tivamente a todos. No niego sus predicciones afectivas, pero como eximio co¬ nocedor del alma humana y del porqué de sus flaquezas y desviaciones, a todos amaba, sin excepción. La siguiente observación realizada por un amigo común.